Queridos hermanos:
Una vez pasados unos días desde el cabildo de elecciones quiero dirigirme a todo vosotros.
Mi nombre es Rafael Durán Gómez y he sido la persona elegida para ocupar el cargo de hermano mayor durante los próximos tres años. Este camino más que con palabras debe ser presidido con obras, de forma humilde y silenciosa. Por tanto, desde este momento me pongo a vuestra entera disposición y servicio. Y esta voluntad de disposición y servicio es la que se debe quedar patente durante estos tres años en todos los miembros de mi junta de gobierno.
En este punto no puedo olvidarme del gran gesto de generosidad de todas las familias de aquellos que componen este equipo. Sin vosotros no sería posible ya que la gestión de una hermandad requiere de una gran entrega y dedicación, siendo el tiempo un recurso limitado.
Quiero acordarme también de todos los que me precedieron en el puesto que hoy ocupo y mostrarles mi agradecimiento ya que, posiblemente, yo sea el resultado de la suma de muchas de las cosas que me enseñaron cada uno de ellos.
Cuando tomé la decisión de asumir esta responsabilidad, lo único que me movió a ello era el deseo de contribuir a construir una hermandad común en beneficio de todos. Y este deseo de mejora debe comenzar por lo más próximo, y por tanto comenzar por uno mismo. Para ello debemos trabajar en un doble sentido: trabajar por la Hermandad y trabajar para los demás, buscando siempre el querer mejorar, sin esperar la felicitación y ofreciendo la entrega. La consecución de objetivos de cada capitular no solo estará en el cumplimiento de las metas sino también en el servicio prestado. Para servir, servir.
No me gustaría dejar pasar esta primera oportunidad, para solicitar vuestro compromiso de hermanos, tanto en lo que respecta a vuestra participación como en vuestra implicación. Me gustaría que cada hermano sintiera este proyecto a tres años como algo suyo. De esta forma cualquier meta que nos pongamos será posible; todos somos necesarios y todos debemos tomar este nuevo camino como propio, sin prejuicios, y con el saber que las “montañas están formadas por muchos granos de arena”.
Debemos ver la Hermandad como lo que es, Iglesia, y por tanto un único cuerpo en el que no hay unos miembros más importantes que otros y en el que solo hay una cabeza que es el Señor. Tened presente que existirán errores, pero también debe existir el pedir perdón y el saber perdonar.
Para finalizar, quiero poner todos mis propósitos y los de nuestra Hermandad en manos del Señor de mis penas, Señor de mi vida.
¡Jesús de las Penas, ayúdame!
Un abrazo