EL EVANGELIO DEL DOMINGO

El Evangelio del domingo
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Manuel Gordillo Cañas
Párroco de San Roque – Sevilla
http://www.parroquiasanroquesevilla.es
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Domingo 32 Tiempo Ordinario
Domingo 9 de noviembre 2014
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¿Quién educa a mi hijo?
Victoria Cardona

Evangelio según San Mateo 25, 1-13

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
-«Se parecerá el reino de los cielos a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas.
Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron.
A medianoche se oyó una voz: ¡Que llega el esposo, salid a recibirlo! Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas.
Y las necias dijeron a las sensatas: «Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas.»
Pero las sensatas contestaron: «Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis.»
Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta.
Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo: «Señor, señor, ábrenos.»
Pero él respondió: «Os lo aseguro: no os conozco».
Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora.»

Comentario

El Evangelio de hoy nos invita a mantenernos en la meditación de “las postrimerías” de la existencia humana; se nos invita a una actitud que ayuda a preparar el encuentro definitivo con el Señor.
En efecto, a eso estamos llamados según nos recuerda hoy San Pablo en la segunda lectura de la misa: “Hermanos, no queremos que ignoréis la suerte de los difuntos para que no os aflijáis como los hombres sin esperanza. Pues si creemos que Jesús ha muerto y resucitado, del mismo modo, a los que han muerto, Dios, por medio de Jesús, los llevará con él” (1 Tes 4, 13). Ese es el premio que se nos ofrece. Conseguirlo depende de una premisa: la vigilancia constante para recibir las constantes visitas del Señor. Es lo que se nos propone en el texto de la misa de hoy; debemos actuar como las vírgenes prudentes, no dejaron que se les acabara el aceite que mantenía encendidas sus lámparas. Los Santos Padres advertirán que ese aceite es el amor. El es quien mantiene el alma en vigilia, él es el que lleva a consumar lo necesario para estar preparados y recibir al Señor.
Se trata de la virtud de la vigilancia. San Lucas cierra el tiempo de predicación de Jesús con esa llamada: “velad”, tened cuidado. Son palabras dirigidas a hombres de todos los tiempos. El cristiano debe estar vigilante porque dará cuenta de sus días, quizá cuando menos lo espere.
Para el cristiano vigilante no vendrá ese último día como ladrón en la noche (1 Tes 5, 2), no habrá sorpresa porque todos los días han sido un encuentro con Dios. Para mantener ese estado es necesario luchar. San Pedro lo advertía: “sed sobrios y estad en vela, porque vuestro enemigo el diablo anda girando como león rugiente alrededor de vosotros, en busca de presa a quien devorar” (1 Pd 5,8).
Es necesario estar vigilante contra los enemigos de Dios –de la santidad- y contra la complicidad que ofrecen las propias malas inclinaciones (Cf Mt 26, 41).
Estamos alerta cuando no descuidamos la oración personal, cuando cuidamos la mortificación, que nos mantiene despiertos para las cosas de Dios. Además nos sabemos seguros porque Dios mismo vela por nosotros con especial solicitud, poniendo a nuestro lado a los ángeles que nos guardan de tantas acechanzas.
Normalmente nuestra vigilancia ha de estar en las cosas pequeñas que llenan el día. Ese es un buen asunto a considerar en el examen diario de conciencia, ahí encontraremos las raíces de los pequeños descaminos. Las cosas pequeñas son siempre la antesala de las grandes. Podemos quedarnos ciegos para las cosas de Dios y desde ese momento se hará imposible seguirle.
La oración diaria nos mantendrá vigilantes ante el enemigo que no duerme, y nos hará fuertes para sobrellevar y vencer las tentaciones y dificultades.
El Señor nos pide una vigilancia delicada en los principales puntos de la vida cristiana, para mantenernos ágiles, para responder cada vez que el Señor llame con una nueva gracia o una nueva exigencia. Siempre el Señor debe encontrarnos en estado de vigilia y no adormecidos.
“Vela con el corazón, vela con la fe, con la caridad, con las buenas obras […]; prepara las lámparas, cuida de que no se apaguen, alimentándolas con el aceite interior de una recta conciencia; permanece unido al Esposo por el Amor, para que él te introduzca en la sala del banquete, donde tu lámpara nunca se extinguirá” (San Agustín, Sermón 93).
María, Reina de todos los santos, permanece siempre a nuestro lado fortaleciéndonos en la vigilancia del amor.

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